"No es feliz quien hace lo que quiere, sino quien quiere lo que hace" - Jean-Paul Sartre

martes, 28 de agosto de 2012

INGLATERRA: LA CRISIS DE 1873


En la crisis de 1873, Inglaterra perdió aquel protagonismo que le otorgó ser la primera potencia europea industrializada. Su hegemonía como fábrica del mundo se había ido derrumbando años atrás de la crisis. Las leyes arancelarias, como las famosas leyes del Grano o la prohibición de exportar maquinaria, las fue desechando a mediados del siglo XIX, permitiendo una mayor apertura comercial y aumentando sus importaciones desde entonces.

Este cambio drástico en la política económica de Inglaterra trajo consigo diversas consecuencias, tanto en el ámbito social como en el económico. El crecimiento de la población desde inicios del siglo XIX había sido constante, pero, llegada la década de los setenta, se incrementa notablemente la población, pasando de unos veinte millones en 1861 a treinta y seis millones en 1911. Coincide esto con la crisis de 1873 y la entrada de productos extranjeros en Inglaterra, de modo que respecto a la evolución de la población, las importaciones fueron un aspecto positivo. En relación está la distribución de esta población según el tamaño de su localidad de residencia. Las ciudades de más de cien mil habitantes tuvieron un incremento relevante en la estrecha franja en la que se sitúa 1873 (1860-1880), un 7,4 %, pero no fue tan grande como el fuerte descenso de las localidades de menos de dos mil quinientos habitantes, que en la misma época pasaron de representar el 41,3 % del total al 30 %, es decir, un 11,3 % menos. Lo que puede explicar este suceso vuelve a ser económico: mayor mecanización del campo, éxodo rural y aumento de las importaciones de trigo, necesitándose menos trabajadores en la producción.

El trigo y la harina importados por Inglaterra entre los años 1872 y 1903 es un ejemplo más del comercio internacional del país. Mientras que en 1872, el total de trigo y harina importados era de 2726 litros, en 1903 aumentó esta cantidad a 8062 litros, lo que se traduce en un 296 % de incremento. Sin embargo, el coste de transporte no varió apenas, de 3,04 a 3,20 millones de libras. La mejora en los medios de transporte a finales del siglo XIX y el abaratamiento consiguiente, posibilitaron unos menores costes para las importaciones.

En las exportaciones inglesas, cabe destacar el aumento constante de la cantidad de carbón, metales y manufacturas metálicas, a pesar de la crisis de 1873. Se iniciaba una competitividad bastante acusada frente a los demás países industrializados e Inglaterra no quiso quedar atrás. Aunque eso sí, algunas exportaciones sí estuvieron afectadas, en especial los textiles, con menores cantidades exportadas a partir de la década de 1890. Que no se fabricasen más tejidos y textiles radica en el descenso de importación del algodón de rama, producto principal de las fábricas textiles.

No sólo Inglaterra perdió fuerza en productos del sector primario como el trigo, sino también en industrias básicas como el carbón, el hierro y el acero. Pasada la fecha de 1873, hacia 1900, Estados Unidos producía 275 toneladas de carbón (media anual) e Inglaterra algo menos, 225 toneladas, dejando eso sí rezagada a Alemania, con unas 115 toneladas. En el segundo caso, en la producción del hierro, Inglaterra y Alemania fabricaban en lingotes unas 8-9 toneladas (Estados Unidos más de 16). En cambio, en el acero, Estados Unidos y Alemania sobrepasaron a Inglaterra, en la proporción, respectivamente, de 13,5, 7,5 y 5 toneladas. Aunque esto indique una debilitación del sector secundario de Inglaterra desde una perspectiva global, en lo que concierne a su economía interior, la renta nacional por las distintas actividades económicas revela el importante peso de la industria, siendo en 1861 y 1901 un 36,5 % y un 40,2 % de la renta, respectivamente, situándose a la cabeza del resto de actividades como la agricultura (incluida pesca y bosques) con 17,8 % y 6,4 %. Igualmente, es apreciable el aumento del comercio y el transporte en cuanto a su efecto sobre la renta: para las mismas fechas, su porcentaje es de 19,6 % y 23,3 %.

lunes, 27 de agosto de 2012

ROMA: LA LEY DE LAS DOCE TABLAS (s. V a.C.)

Las Siete Colinas de Roma
Según los datos que se tienen, este primer registro legislador romano surge a mediados del siglo V a.C., dentro del contexto de las disputas que enfrentaban a patricios y plebeyos por asuntos políticos, sociales y económicos.

Las tablas originales no se han conservado hasta nuestros días, pero gracias a autores romanos como Cicerón y Tito Livio, y a copias posteriores, hemos podido conocer gran parte de su contenido. Las tablas fueron creadas por dos grupos de individuos. Las diez primeras corrieron a cargo de diez magistrados elegidos especialmente para ello, mientras que las dos restantes, que pasaron a denominarse las “tablas de los injustos”, fueron obra de los plebeyos. Pero sus raíces (las de las tablas) van más allá de Roma, porque se basaron en unas ideas preexistentes. 

La Ley de las Doce Tablas se creó durante la República romana, la cual se haya cronológicamente entre las fechas del 509 y el 31 a.C.; fueron realizadas a mediados del siglo V a.C. (como ya se ha dicho), con motivo de la llegada de unos emisarios a Roma enviados tiempo atrás por la propia ciudad a Atenas, para conocer de primera mano las normas y leyes de Solón.

Solón (639-559 a.C.), perteneciente al grupo venerado de los Siete Sabios, fue un ciudadano ateniense, de origen aristocrático, que se encargaría de legislar los asuntos más importantes de la ciudad. Entre ellos, y como dato destacado para este artículo, se le atribuye la conocida como reforma timocrática, una división de los ciudadanos en cuatro categorías en función de la riqueza. Dependiendo del puesto o categoría que ocupara una persona, podía o no acceder a diferentes cargos políticos. En el pasado se había mirado más hacia los orígenes, hacia la sangre del individuo: Solón cambió por completo aquello, introduciendo el dinero como regla divisoria. 
Las cuatro categorías también tuvieron un sentido puramente militar; estaban los "pentakosiomédimnoi", los "hippeîs", los "zeugítai" y los "thétes",  encargándose o formando, respectivamente, del abastecimiento, la caballería, los hoplitas o infantería pesada y la infantería ligera (incluida la flota). 

La Acrópolis de Atenas (en la actualidad)
Igualmente, aparte de la reforma timocrática, temas como la propiedad, la enfermedad y la edad como motivos de un trato diferente (tabla I), el derecho de defenderse ante una acusación con testigos o plazos de días (tablas II y III) o el derecho de ciudadanía (se entrevé en la tabla IX), estaban todos establecidos en la Atenas de Solón antes de que se dictaran en Roma. Por eso la influencia del legislador griego en la redacción de la Ley de las Doce Tablas es más que evidente. 

La historia de Roma, desde inicios del siglo V a.C. hasta mediados del mismo siglo, la ciudad había pasado por varias revueltas de los plebeyos, una nueva clase social si tomamos en cuenta los años de vida de la urbe. La plebe, tal como se conoce hoy en día, fue la unión de la masa popular frente al patriciado. Era una agrupación pueblo-nación de los romanos, de ciudadanos libres, fundamentalmente gente que se dedicaba a oficios que la aristocracia aborrecía, como el comercio y la artesanía. Se quejaban de los desmedidos privilegios de los patricios, la clase social en el escalón más alto, mientras que ellos no podían por ejemplo acceder a cargos públicos que en todo caso provocarían cambios notorios en el ámbito político y social. Hubo secesiones plebeyas en los años 494, 471 y 449 a.C., y, saliendo del siglo V a.C., hubo otras en 343 y en 287 a.C., de modo que pese a los avances que se aplicaron con la Ley de las Doce Tablas, la plebe siguió siendo marginada o al menos no poseía tantos derechos y privilegios como el patriciado, dueño indiscutible de tierras, bienes y cargos políticos. 

Estudiar a fondo la Ley de las Doce Tablas escapa al comentario que está escrito en estas líneas. Sin embargo, para comprender qué contenían las tablas, son de destacar algunos conceptos clave. Estos conceptos (o incluso frases) son, en orden de aparición en las tablas: propietario, comicio, foro, el hijo vendido por su padre, usucapión, talión y esclavos.

El primer concepto, propietario, es vital porque como ya se decía más arriba, los patricios acabaron por acaparar la mayor parte de los recursos, en particular los que se materializaron en forma de tierras, y estas tierras fueron base para ocupar cargos públicos o al menos tener ciertos privilegios y derechos. Así, en la tabla I se necesita ser propietario para avalar a otra persona. 

Comicio y foro pueden ir juntas en su descripción porque son palabras que van unidas en el tiempo. El comicio, como organismo de Roma, se remonta a tiempos más o menos legendarios de la ciudad, y ya con Servio Tulio (s. VI a.C.) se instituyen comicios centuriados como asambleas populares con carácter militar y más tarde político y social. La idea de asamblea popular está también relacionada con el foro, que pasó a ser el centro comunitario de Roma, y, si se permite el anacronismo, el foro sería la plaza mayor de cualquier ciudad actual.

Que se vendiera al hijo acabó por ser condenado en la tabla IV. Con anterioridad a la República, el jefe de la familia (el paterfamilias) poseía la autoridad para vender a su propio hijo para pagar deudas a acreedores. Lo primitivo permanecería en la mentalidad romana, y en muchas de sus leyes, pero desde entonces se fue procurando criminalizar aquello que sólo debía pertenecer a lo bárbaro.

La palabra usucapión, que aparece en la tabla VI, si nos centramos en una definición detallada de la misma, no comprenderemos muy bien lo que se quiere decir; sencillamente, usucapión viene ser la manera de conseguir una propiedad o derecho cumpliendo con las condiciones y el tiempo que marque la ley, y es aplicable a la traducción de la tabla VI en que la mujer es propiedad del marido si no se ausenta tres noches al año. Aquí se ve claramente la  existencia todavía de "costumbres" llevadas a la categoría de ley.

Esclavos romanos
Otros dos términos emparejados son talión y esclavos. En la tabla VIII se comenta acerca de un fatal crimen de cercenar una extremidad, y que para solucionarlo era necesario o bien llegar a un acuerdo o bien aplicar el talión, que es realizar el mismo crimen o acto pero hacia el criminal. Esto no amplía mucho su explicación, pero es vital para referirse a un esclavo, una persona que entraba en la división social de Roma, es decir, los libres y los no libres. Al no poseer libertad ni derechos, esta ley de la tabla VIII, si cometiera un esclavo un crimen, no podría defenderse y sería castigado mediante el talión. Igualmente, todo esto va conectado con la tabla XII y las llamadas acciones noxales, por las cuales la víctima de un delito de un esclavo (principalmente) podía demandar al dueño de éste al que sólo se le daban dos opciones: pagar o entregar al esclavo.

Concluyendo este artículo, la repercusión de la Ley de las Doce Tablas fue notoria, en especial porque como ya se ha explicado, se trató del primer momento en el que se escribieron leyes en la Roma Antigua.
Pero fue una mera anotación durante mucho tiempo. En el contexto histórico expuesto, se observa que con el paso de los años los plebeyos continuaron luchando por sus libertades (protagonizaron varias revueltas o levantamientos), lo que induce a pensar que las tablas no fueron más lejos de un serio registro teórico para aplicarse en casos como delitos, temas de propiedad o justicia, y que no afectaron en gran medida a la situación tensa entre la plebe y el patriciado. Es más, en una de las dos “tablas de los injustos” (concretamente la tabla XI), se imposibilita la unión matrimonial entre plebeyos y patricios, en una marcada distancia social y de status. No obstante, los plebeyos manifestaron su malestar en sucesivas secesiones y revueltas que les favorecieron a largo plazo. Obtuvieron en el año 471 a.C. la posibilidad de elegir tribunos entre ellos, en el 421 a.C. ya podían ser cuestores y en el 367 a.C. cónsules, y en el siglo IV a.C. (337 a.C.) accedían si lo deseaban a pretores.







domingo, 26 de agosto de 2012

FERNANDO VII: EL RETORNO DEL ABSOLUTISMO ESPAÑOL (1814-1833)

Fernando VII
El retorno del absolutismo a España a manos de Fernando VII en 1814, tras el fin de la contienda conocida como la Guerra de la Independencia (1808-1814), en la que se enfrentaron diversas naciones dentro de la Península Ibérica (por un lado España, Portugal y Gran Bretaña, por el otro la poderosa maquinaria militar de Napoleón, Francia), significó un regreso a la situación anterior al conflicto, pero con unos importantes matices. Fernando VII sabía que jamás podría retroceder en el tiempo como él deseaba y muchos ultra-absolutistas así se lo pedían, ya que la España que abandonara no era la misma que cuando volvió. Había pasado por una guerra costosa, había sido influenciada por nuevas ideas y la burguesía empezaba a imponer su poder e intereses, tal como lo hacía en el resto de la Europa más desarrollada.

El Antiguo Régimen se consumía como una vela en un vendaval llamado Liberalismo; el Rey podía controlar el timón para que se mantuviera cierto equilibrio, pero no actuó de tal forma: en vez de eso, negando la convocatoria a Cortes que le solicitaba el sector liberal, reunió una camarilla alrededor suyo para gobernar, lo que aparte de enfadar a los burgueses liberales, también puso en su contra a los más intransigentes y conservadores, que optaron por acercarse al hermano del Rey, Carlos María Isidro.

Fernando VII inició una persecución sin cuartel de los liberales, que no dudaron en exiliarse a países como Inglaterra. Muchos de ellos se les conoce como "doceañistas", por ser creadores o seguidores de la Constitución de 1812, la "Pepa", y muchos aceptarán un liberalismo inglés más conservador. Llegarán a pensar que la Constitución de 1812 era demasiada avanzada para España; moderan sus posiciones y matizan los principios de la Constitución, haciéndola completamente conservadora. Aceptarán aliarse con las clases altas y no dar protagonismo a la masa. A favor de ellos estará la relajación en la persecución a partir de 1817. Sin esperar a un nuevo cambio, responden con una mejor organización, como las sociedades secretas (ej. la masonería politizada), difundiendo sus ideas por toda España. Estarán apoyados por el ejército, muy influido por los sucesos de la Guerra de la Independencia, en especial por las guerrillas y la destrucción del ejército regular, además de la introducción de gentes de la burguesía y las clases medias en puestos militares importantes, antaño sólo ocupados por nobles. Personajes como Espoz y Mina llegaron a generales. Fernando VII tuvo que aceptar estas transformaciones, precisamente porque fueron los militares los que en parte pidieron su vuelta.

Rafael de Riego
El ejército, como ya se ha comentado en el párrafo anterior, fue un motor para el liberalismo en España. Protagonizó varios levantamientos que fracasaron frente al propio ejército real. Sin embargo, en 1820, y con razón de embarcar rumbo a las Américas para luchar contra los independentistas de las colonias de ultramar, triunfa en Cádiz el teniente coronel Riego, que convence a muchos soldados y termina por vencer al ejército del Rey. Por toda España se unen a la causa, iniciándose el Trienio Liberal (1820-1823). Fernando VII, obligado por las circunstancias, firma la Constitución de 1812, la primera y única vez que se aplicaría. Su poder se vio reducido en gran medida, pero no dejó de entorpecer el buen funcionamiento de la política.

El Trienio Liberal no significó que España saliera de su crisis, una crisis que arrastraba desde antes incluso de la Guerra de la Independencia, agravada por la misma. La situación del país era desastrosa, y unida a la pérdida de las colonias americanas, entrará en una profunda quiebra económica. El Rey intentó paliar esto eligiendo a un liberal, Martín de Garay, lo que enfadó a las clases altas y forzó su fracaso. La consecuencia directa de la crisis fue que España pasara a la categoría de segundos países, a pesar de haber sido la primera que había vencido al emperador Napoleón.

Durante el Trienio Liberal se fueron fraguando dos "partidos" o grupos liberales: los moderados o "doceañistas" y los radicales. Los moderados y los radicales se enfrentaban constantemente, lo que el Rey, que jamás había estado de acuerdo con los liberales, aprovechó para conspirar. Aparecerán grupos armados a favor del absolutismo, que desestabilizan aún más la frágil España. El Trienio Liberal será cortado de raíz por la intervención militar de 1823. Aprobado por los países más fuertes de Europa (Gran Bretaña, Francia, Prusia, Rusia y Austria, aunque sería Francia quien propusiera tal acción), los mismos que acercaron posturas en el Congreso de Viena (1815) para mantener un equilibrio de poder en el continente, hacía a Francia la responsable de enviar un ejército para restaurar a Fernando VII como rey absolutista. La marcha de los Cien Mil Hijos de San Luis (60.000 franceses y 30.000 españoles de las partidas absolutistas), literalmente "se paseó" por España, y situó al Rey en su lugar predilecto. El teniente coronel Riego será ahorcado y decapitado en público.

El fin del Trienio Liberal dio paso a la Década Ominosa (1823-1833), la última etapa del reinado de Fernando VII. Pese a su nombre, no fue una década tan terrible para España. Sí volvió la gran persecución de los liberales, que toman de nuevo la decisión de exiliarse a Inglaterra. El monarca retoma su tarea con una camarilla de amigos para gobernar, aunque flexibiliza su postura nombrando varios ministros liberales, con idea de solucionar la bancarrota del país. Se proponen proyectos de renovación fiscal que no agradan a los privilegiados. Un sector absolutista se opone a la política de Fernando VII. Este sector está liderado por Carlos María Isidro. Son los absolutistas más "radicales", intransigentes, apostólicos e integristas, que se enfrentan al grupo de absolutistas moderados que hicieron posible la transición al liberalismo español.

Las ideas que chocan, la economía en apuros... y un nuevo problema: la cuestión dinástica. La hija de Fernando VII, Isabel, no podía suceder a su padre por la antigua Ley Sálica, que impedía que una mujer fuera heredera. Se publica por petición del Rey la Pragmática Sanción, que suprime la Ley Sálica, permitiendo a Isabel ser reina. Carlos María exige entonces reponer la Ley Sálica porque es él que por derecho debería suceder a Fernando, pero éste se niega, incluso estando enfermo de gravedad. María Cristina, la mujer de Fernando, se alía con los liberales, consciente de que se avecina una tormenta. En 1833 muere Fernando y María Cristina pasa a ser la regente hasta la mayoría de edad de Isabel. Carlos María no lo acepta. Da comienzo a la primera Guerra Carlista.



sábado, 25 de agosto de 2012

LOS PECADOS CAPITALES: ¿SIETE... U OCHO?

Desde tiempos que quedan ya muy lejos de nuestra vista, fueron muchos los que empezaron a escribir acerca del número de pecados principales o capitales, unos vicios malvados que todo hombre debía prevenirse de cometer. En la actualidad se conocen siete pecados capitales en total (lujuria, pereza, ira, gula, soberbia, avaricia y envidia); sin embargo, se sabe que existió uno más antes de que desapareciese, "fagocitado" por otro pecado: la vanidad. La Vanidad, si queremos ponernos solemnes ante el pecado, permaneció en la mentalidad cristiana hasta el fin de la Edad Media, es decir, hasta casi los inicios del siglo XV. Es así cómo coexistió con el resto de los pecados capitales, uniéndose a la Soberbia más tarde.

Los Siete Pecados Capitales, según El Bosco
[En la Wikipedia hay un error o al menos no debemos seguirlo al pie de la letra: el error es afirmar que fue en el siglo VI d.C. cuando ya había sólo siete pecados capitales, cuando no es cierto]

EL DOS DE MAYO DE 1808 (SÍNTESIS)

La agitación y el malestar se palpaban en Madrid desde el viaje de Fernando para presentarse ante Napoleón en Bayona. En la capital española estaba el general napoleónico Murat, que secundaba la idea de su superior de reprimir cualquier insurrección de “la canalla de Madrid”. La gente comenzó a organizarse de manera que no sospechara demasiado el ya considerado invasor francés. Entre ellos se encontraban el conde de Teba y el duque del Infantado, que junto a los comerciantes Betrán de Lis habían reunido varios centenares de hombres armados para luchar por Fernando VII y preparando un levantamiento antes de que finalizara el mes de abril. 

Mientras los oficiales y altos mandos del ejército español se escondían ante el poderío galo, algunos soldados plantaron cara en Madrid, como son los casos del capitán de artillería del parque de Monteleón, Pedro Velarde y el capitán Luis Daoíz. El primero propuso una idea: concentrar al ejército español en al norte y sur del río Tajo, con el recurso más que necesario de poder replegarse a Portugal y verse protegido por Gran Bretaña. Cuando se lo planteó al general O’Farril, éste se alarmó y erradicó el plan de un plumazo.

Murat, quizás al tanto de que la situación se estaba caldeando en Madrid, envió doscientos cincuenta soldados al arsenal del parque de Monteleón, donde sólo veinte artilleros españoles lo defendían, entre ellos Luis Daoíz.

En el pueblo de Móstoles, en el día histórico del 2 de mayo, se anunció un mensaje del alcalde(1):

“Señores de justicia de los pueblos a quienes se presentase este oficio, de mí, el alcalde de Móstoles:

Es notorio que los franceses, apostados en las cercanías de Madrid y dentro de la Corte, han tomado la defensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas de manera que en Madrid está corriendo a esta hora mucha sangre; como españoles es necesario que muramos por el Rey y por la Patria, armándonos contra unos pérfidos que su calor de amistad y alianza, nos quieren imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado de la augusta persona del Rey: procedamos, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos y alentándonos, pues no hay fuerzas que prevalezcan contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son. Dios guarde a usted muchos años.”

En el amanecer del 2 de mayo, a las puertas del Palacio Real de Madrid, una enorme muchedumbre, el pueblo de la capital, se había congregado. Allí había talabarteros de la Cava Baja, zapateros del Arco de Cuchilleros, barberillos de Lavapiés, etc. La familia real estaba abandonando el Palacio, pero de repente uno de los criados manifestó a la población que el infante Francisco de Paula lloraba porque no se quería ir. Coléricos, frustrados y hartos de la situación, se abalanzaron sobre Auguste Lagrange, que era ayudante del general Murat, y que había ido para conocer de primera mano qué pasaba. Consiguió zafarse y guarnecerse en el Palacio, en tanto que llegaban al lugar tropas francesas y sin miramientos dispararon sobre la gente. Hubo muchos muertos y heridos. La mecha en Madrid ya estaba encendida.

A mediodía, en el parque de Monteleón se llena de personas que exigen armas a los que se encuentran encerrados en el palacio del lugar. Entre ellos sale Velarde para hablarles, diciendo: “Las órdenes del capitán general no tienen valor, atendiendo al estado en que se halla el pueblo”. Con esto, en Madrid comienza a generalizarse la rebelión. Murat, informado al respecto, envía miles de tropas a la capital. La lucha será encarnizada.

Comandados por militares que no superaban el rango de capitán, como Daoíz, Velarde, el teniente Ruiz, el subteniente Carpegna, entre otros, la masa popular se encara al francés invasor, mientras que los altos mandos del ejército español o han huido o se han quedado de brazos cruzados. También es importante recordar a mujeres como Clara del Rey, ayudando a los artilleros que abrían fuego contra los soldados franceses, o Manuela Malasaña, que pereció combatiendo junto a su padre, y otras tantas valientes como Benita Pastrana y María Deano.

Murat mandó a Lagrange a Monteleón con dos mil soldados contra apenas doscientos. En la batalla murieron Velarde y Ruiz, y a causa de las heridas, días más tarde, Daoíz. Antes de que la tarde termine, en Madrid las revueltas se sofocan.

En los otros estamentos sociales de la España invadida, la alta nobleza y el clero en su mayoría, acordaron ponerse al servicio de Murat en particular y del ejército francés en general, cuando el resto de la población madrileña sucumbía días después en fusilamientos. Se crearon varios artículos a favor de la represión(2):

“Artículo I. El general Grouchy convocará esta noche a la Comisión Militar.

Artículo II. Todos los que durante la revuelta han sido detenidos con armas en la mano  serán fusilados.

Artículo III. La Junta de Estado va a proceder al desarme de la villa de Madrid. Todos los habitantes que, después de la ejecución de esta medida, sean detenidos armados o conserven armas sin un permiso oficial, serán fusilados.

Artículo IV. Toda reunión de más de ocho personas será considerada como un grupo sedicioso y dispersado a tiros.

Artículo V. Toda villa en la que sea asesinado un francés será arrasada por el fuego.

Artículo VI. Los amos serán responsables de sus criados; los jefes de talleres, de sus obreros; los padres, de sus hijos; y los superiores de los conventos, de sus frailes.

Artículo VII. Los autores, distribuidores o vendedores de pasquines, impresos o manuscritos, incitando a la sedición, serán considerados como agentes de Inglaterra y fusilados.”
 

(1) De ABELLA, R., NART, J., Guerrilleros. El pueblo español en armas contra Napoleón (1808-1814), ed. Temas de Hoy, 2007. Págs 38-39.
(2) De ABELLA, R., NART, J., Guerrilleros. El pueblo español en armas contra Napoleón (1808-1814), ed. Temas de Hoy, 2007. Pág. 47.