En la crisis de
1873, Inglaterra perdió aquel protagonismo que le otorgó ser la primera
potencia europea industrializada. Su hegemonía como fábrica del mundo se había
ido derrumbando años atrás de la crisis. Las leyes arancelarias, como las
famosas leyes del Grano o la prohibición de exportar maquinaria, las fue
desechando a mediados del siglo XIX, permitiendo una mayor apertura comercial y
aumentando sus importaciones desde entonces.
Este cambio
drástico en la política económica de Inglaterra trajo consigo diversas
consecuencias, tanto en el ámbito social como en el económico. El crecimiento
de la población desde inicios del siglo XIX había sido constante, pero, llegada
la década de los setenta, se incrementa notablemente la población, pasando de
unos veinte millones en 1861 a treinta y seis millones en 1911. Coincide esto
con la crisis de 1873 y la entrada de productos extranjeros en Inglaterra, de
modo que respecto a la evolución de la población, las importaciones fueron un
aspecto positivo. En relación está la distribución de esta población según el
tamaño de su localidad de residencia. Las ciudades de más de cien mil
habitantes tuvieron un incremento relevante en la estrecha franja en la que se
sitúa 1873 (1860-1880), un 7,4 %, pero no fue tan grande como el fuerte descenso
de las localidades de menos de dos mil quinientos habitantes, que en la misma
época pasaron de representar el 41,3 % del total al 30 %, es decir, un 11,3 %
menos. Lo que puede explicar este suceso vuelve a ser económico: mayor
mecanización del campo, éxodo rural y aumento de las importaciones de trigo,
necesitándose menos trabajadores en la producción.
El trigo y la
harina importados por Inglaterra entre los años 1872 y 1903 es un ejemplo más
del comercio internacional del país. Mientras que en 1872, el total de trigo y
harina importados era de 2726 litros, en 1903 aumentó esta cantidad a 8062
litros, lo que se traduce en un 296 % de incremento. Sin embargo, el coste de
transporte no varió apenas, de 3,04 a 3,20 millones de libras. La mejora en los
medios de transporte a finales del siglo XIX y el abaratamiento consiguiente,
posibilitaron unos menores costes para las importaciones.
En las
exportaciones inglesas, cabe destacar el aumento constante de la cantidad de
carbón, metales y manufacturas metálicas, a pesar de la crisis de 1873. Se
iniciaba una competitividad bastante acusada frente a los demás países
industrializados e Inglaterra no quiso quedar atrás. Aunque eso sí, algunas
exportaciones sí estuvieron afectadas, en especial los textiles, con menores
cantidades exportadas a partir de la década de 1890. Que no se fabricasen más
tejidos y textiles radica en el descenso de importación del algodón de rama,
producto principal de las fábricas textiles.
No sólo
Inglaterra perdió fuerza en productos del sector primario como el trigo, sino
también en industrias básicas como el carbón, el hierro y el acero. Pasada la
fecha de 1873, hacia 1900, Estados Unidos producía 275 toneladas de carbón
(media anual) e Inglaterra algo menos, 225 toneladas, dejando eso sí rezagada a
Alemania, con unas 115 toneladas. En el segundo caso, en la producción del
hierro, Inglaterra y Alemania fabricaban en lingotes unas 8-9 toneladas
(Estados Unidos más de 16). En cambio, en el acero, Estados Unidos y Alemania
sobrepasaron a Inglaterra, en la proporción, respectivamente, de 13,5, 7,5 y 5
toneladas. Aunque esto indique una debilitación del sector secundario de
Inglaterra desde una perspectiva global, en lo que concierne a su economía interior,
la renta nacional por las distintas actividades económicas revela el importante
peso de la industria, siendo en 1861 y 1901 un 36,5 % y un 40,2 % de la renta,
respectivamente, situándose a la cabeza del resto de actividades como la
agricultura (incluida pesca y bosques) con 17,8 % y 6,4 %. Igualmente, es
apreciable el aumento del comercio y el transporte en cuanto a su efecto sobre
la renta: para las mismas fechas, su porcentaje es de 19,6 % y 23,3 %.
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