"No es feliz quien hace lo que quiere, sino quien quiere lo que hace" - Jean-Paul Sartre

sábado, 25 de agosto de 2012

EL DOS DE MAYO DE 1808 (SÍNTESIS)

La agitación y el malestar se palpaban en Madrid desde el viaje de Fernando para presentarse ante Napoleón en Bayona. En la capital española estaba el general napoleónico Murat, que secundaba la idea de su superior de reprimir cualquier insurrección de “la canalla de Madrid”. La gente comenzó a organizarse de manera que no sospechara demasiado el ya considerado invasor francés. Entre ellos se encontraban el conde de Teba y el duque del Infantado, que junto a los comerciantes Betrán de Lis habían reunido varios centenares de hombres armados para luchar por Fernando VII y preparando un levantamiento antes de que finalizara el mes de abril. 

Mientras los oficiales y altos mandos del ejército español se escondían ante el poderío galo, algunos soldados plantaron cara en Madrid, como son los casos del capitán de artillería del parque de Monteleón, Pedro Velarde y el capitán Luis Daoíz. El primero propuso una idea: concentrar al ejército español en al norte y sur del río Tajo, con el recurso más que necesario de poder replegarse a Portugal y verse protegido por Gran Bretaña. Cuando se lo planteó al general O’Farril, éste se alarmó y erradicó el plan de un plumazo.

Murat, quizás al tanto de que la situación se estaba caldeando en Madrid, envió doscientos cincuenta soldados al arsenal del parque de Monteleón, donde sólo veinte artilleros españoles lo defendían, entre ellos Luis Daoíz.

En el pueblo de Móstoles, en el día histórico del 2 de mayo, se anunció un mensaje del alcalde(1):

“Señores de justicia de los pueblos a quienes se presentase este oficio, de mí, el alcalde de Móstoles:

Es notorio que los franceses, apostados en las cercanías de Madrid y dentro de la Corte, han tomado la defensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas de manera que en Madrid está corriendo a esta hora mucha sangre; como españoles es necesario que muramos por el Rey y por la Patria, armándonos contra unos pérfidos que su calor de amistad y alianza, nos quieren imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado de la augusta persona del Rey: procedamos, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos y alentándonos, pues no hay fuerzas que prevalezcan contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son. Dios guarde a usted muchos años.”

En el amanecer del 2 de mayo, a las puertas del Palacio Real de Madrid, una enorme muchedumbre, el pueblo de la capital, se había congregado. Allí había talabarteros de la Cava Baja, zapateros del Arco de Cuchilleros, barberillos de Lavapiés, etc. La familia real estaba abandonando el Palacio, pero de repente uno de los criados manifestó a la población que el infante Francisco de Paula lloraba porque no se quería ir. Coléricos, frustrados y hartos de la situación, se abalanzaron sobre Auguste Lagrange, que era ayudante del general Murat, y que había ido para conocer de primera mano qué pasaba. Consiguió zafarse y guarnecerse en el Palacio, en tanto que llegaban al lugar tropas francesas y sin miramientos dispararon sobre la gente. Hubo muchos muertos y heridos. La mecha en Madrid ya estaba encendida.

A mediodía, en el parque de Monteleón se llena de personas que exigen armas a los que se encuentran encerrados en el palacio del lugar. Entre ellos sale Velarde para hablarles, diciendo: “Las órdenes del capitán general no tienen valor, atendiendo al estado en que se halla el pueblo”. Con esto, en Madrid comienza a generalizarse la rebelión. Murat, informado al respecto, envía miles de tropas a la capital. La lucha será encarnizada.

Comandados por militares que no superaban el rango de capitán, como Daoíz, Velarde, el teniente Ruiz, el subteniente Carpegna, entre otros, la masa popular se encara al francés invasor, mientras que los altos mandos del ejército español o han huido o se han quedado de brazos cruzados. También es importante recordar a mujeres como Clara del Rey, ayudando a los artilleros que abrían fuego contra los soldados franceses, o Manuela Malasaña, que pereció combatiendo junto a su padre, y otras tantas valientes como Benita Pastrana y María Deano.

Murat mandó a Lagrange a Monteleón con dos mil soldados contra apenas doscientos. En la batalla murieron Velarde y Ruiz, y a causa de las heridas, días más tarde, Daoíz. Antes de que la tarde termine, en Madrid las revueltas se sofocan.

En los otros estamentos sociales de la España invadida, la alta nobleza y el clero en su mayoría, acordaron ponerse al servicio de Murat en particular y del ejército francés en general, cuando el resto de la población madrileña sucumbía días después en fusilamientos. Se crearon varios artículos a favor de la represión(2):

“Artículo I. El general Grouchy convocará esta noche a la Comisión Militar.

Artículo II. Todos los que durante la revuelta han sido detenidos con armas en la mano  serán fusilados.

Artículo III. La Junta de Estado va a proceder al desarme de la villa de Madrid. Todos los habitantes que, después de la ejecución de esta medida, sean detenidos armados o conserven armas sin un permiso oficial, serán fusilados.

Artículo IV. Toda reunión de más de ocho personas será considerada como un grupo sedicioso y dispersado a tiros.

Artículo V. Toda villa en la que sea asesinado un francés será arrasada por el fuego.

Artículo VI. Los amos serán responsables de sus criados; los jefes de talleres, de sus obreros; los padres, de sus hijos; y los superiores de los conventos, de sus frailes.

Artículo VII. Los autores, distribuidores o vendedores de pasquines, impresos o manuscritos, incitando a la sedición, serán considerados como agentes de Inglaterra y fusilados.”
 

(1) De ABELLA, R., NART, J., Guerrilleros. El pueblo español en armas contra Napoleón (1808-1814), ed. Temas de Hoy, 2007. Págs 38-39.
(2) De ABELLA, R., NART, J., Guerrilleros. El pueblo español en armas contra Napoleón (1808-1814), ed. Temas de Hoy, 2007. Pág. 47.

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